Una defensa de Carolina Reymúndez.
ME GUSTA VIVIR EN UN DEPARTAMENTO
Me gusta vivir en un departamento porque es lo más parecido que conozco a una caja fuerte, y en la Argentina violenta de hoy es mejor dormir blindado. Amo vivir en un departamento porque la losa radiante del living renueva cada invierno mi fe en el calor de hogar. Y porque es la excusa perfecta para no quedar como una descariñada cuando me preguntan por qué no tengo un perro. Me gusta vivir en un departamento porque siento que soy parte de algo, por lo menos de un edificio. Vivo en un departamento y no en una casa por la misma razón por la que compro en un supermercado y no en la tienda de la esquina: prefiero el anonimato de las grandes cadenas a la rutina de saludar a don José o, bueno, al chino Lin, todas las mañanas. Adoro los departamentos porque a pesar de vivir sola estoy acompañada. Mi piso es el techo de los vecinos de abajo. Los siento tan cerca que no es necesario verlos, como a los amigos del Messenger. Ella usa la lavadora por las mañanas, trabaja por las tardes y, a veces, coge por las noches. A él le gustan los deportes y, si juega Argentina y gana en lo que sea –fútbol, tenis, básquet, dominó–, pega un alarido que mueve mi florero azul. Cuando se pelean tomo partido, y si retan al pequeño Valentino me angustio y estoy a punto de bajar a pedir clemencia. Me gusta vivir en un departamento porque creo que es posible disfrutar de la jardinería en macetas. Desde que leí en una revista el paso a paso para convertir el balcón en un jardín florecieron mis lavandas y malvones. Amo vivir en un departamento porque saco la basura cuando quiero y no cuando me lo ordena el camión recolector. Me encantan los departamentos en alturas porque vivir en ellos es un entrenamiento en el arte del vértigo (y de la superstición), al menos en mi caso, que habito un piso trece. Vivir en un departamento es bueno para la salud, sobre todo cada vez que se corta la luz y toca subir por las escaleras. También es una proeza de la optimización del espacio. ¿Quién habría pensado que en un cuadrado de tres por tres entrarían una cama doble, una mesa de luz, una tele y una estantería? Los días de temporal las persianas se golpean contra el vidrio, el viento sopla endemoniado y siento que estoy en medio de una tormenta, a bordo de un buque en altamar. Todo edificio es un terreno fértil para la imaginación, y yo amo el mío porque cada vez que vuelvo de una reunión de consorcio sumo un personaje a mi próxima novela. En la última, descubrí a la viuda del noveno piso. En el ascensor, después de darle el pésame, le comenté que estaba irreconocible. Antes era morocha, ahora rubia; antes rulos, ahora pelo lacio. Entonces se acercó, me tomó el brazo y, entre el piso siete y el nueve, me confesó que los rulos y el pelo oscuro eran cosa de su marido. «A mí nunca me gustaron». Me gusta vivir en un departamento, aunque el mío no aparezca en un tour de ricos y famosos, como el que tienen Antonio Banderas y Melanie Griffith en el Upper West Side, en Manhattan. Vivo en un departamento porque paso buena parte del año viajando y, cuando regreso, los ambientes como cajas de zapatos son funcionales a mi necesidad de recogimiento. Con setenta metros cuadrados me sobra espacio para expandirme. Me gusta vivir en un departamento porque el visor me trae nostalgias de la televisión en blanco y negro. Y porque disfruto el reto diario de evadir las preguntas indiscretas del otro portero, el inquisidor. Y porque tengo una terraza con parrilla para hacer asados. Y porque vivo en Buenos Aires, una ciudad que no tiembla. Vivo en un departamento porque me encanta llegar por las noches y ver la ciudad iluminada por millones de ventanas encendidas. Y porque imagino las historias de los seres urbanos que viven atrás de esas ventanas. Y porque me siento menos extraterrestre cuando a las cuatro de la madrugada apago la luz y descubro que todavía hay vidas despiertas.
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10 comentarios:
Una argentina ha dicho lo que a muchos les sucede en New York; y, lo peor, lo que a mi me pasa donde quiera que esté.
• con la mirada atenta…
Un excelente texto con una ilustrativa fotografía donde el Chrysler te señala
• besos
____________________________
CR & LMA
El equipaje de cada uno , el grande, el importante, lo llevas consigo, en el corazón
Un besillo
Una maravillosa recreación de la vida en grandes ciudades,escrito con calidad. Me encantó visitarte. y si me permites, ya estoy enganchada. Un abrazo.
Besos a todos. Alma, bienvenida!
amiga! este post se me habia pasado por alto!!! esta buenisimo! y yo sinceramente... tambien gusto de vivir en dptos. es lo mejor q hay! ahora no vivo en uno =/ y me siento "expuesta" pero en fin..
Qué maravilla de texto y qué capacidad de transmitir...
Yo no amo los departamentos porque no vivo en piso 13 pero sí lo haría sí pudiese. Y comparto al cien por cien la pasión por el anonimato. Claro está, yo soy más bien antivecinal...
Tus futos siguen siendo maravillosas, hermosa fotógrafa. Cuándo vendrás a la ciudad medieval mejor conservada del mundo a convertirla en arte contemporáneo? Tienes departamento...
Un beso para ambas
Ninfa yo también soy antivecinal al cien por cien. Uno de mis sueños es ir a esa ciudad medieval. Y en este momento no tengo departamento buuu!!
Besos linda. Cuidate.
Sim, yo pienso que los deptos son buenos muy buenos eh!
Un abrazote!
En esta ciudad medieval tienes tu casa, no hace falta que lo escriba, espero. Tú págate el vuelo y ven a disfrutar del mejor marisco del mundo!
Besos
Muy buenas fotos Guadalupe! Me haces soñar con los viajes que ansío, un abrazo desde Cadiz.
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